¿Tristeza o trastorno depresivo?

«Estoy depre». «Está triste». «Estoy deprimida». «Estoy de bajón». «Está depresivo». A veces desconocemos cual es la línea que separa la tristeza de la depresión y utilizamos las palabras de modo poco adecuado. Es fácil confundirse, ya que estos dos conceptos diferentes tienen varios puntos en común.

Tristeza

La tristeza es una emoción completamente necesaria en nuestras vidas, pero no nos suele gustar experimentarla. Aunque bien es cierto que a veces la “buscamos” dándole al play a alguna película lacrimógena o sentándonos en una butaca del cine para ver un buen dramón.

¿Qué causa tristeza?

No a todos/as nos entristece lo mismo. Sin embargo, solemos sentir tristeza cuando perdemos algo o alguien que era importante para nosotros/as. Esta pérdida puede ser material o personal, puede ser la pérdida de algún proyecto vital o tal vez de expectativas que no se han cumplido, entre otras muchas.

La tristeza es pasajera y genera una caída general de nuestra energía, de nuestro estado de ánimo, podemos incluso perder el apetito, las fuerzas o el deseo. Esta emoción nos invita a dedicarnos un tiempo a nosotros/as mismos/as para integrar la pérdida, para aprender lo que sea que tengamos que aprender y para poder valorar lo que todavía tenemos. No tenemos más que fijarnos en la postura corporal que adquirimos cuando experimentamos tristeza: nos replegamos cual bicho bola, nos hacemos un ovillito y nos abrazamos a nosotros/as mismos/as. Un valioso tiempo de introspección, de reflexión, de «no hacer» para que la herida emocional cure. Sin duda, si algo nos ha generado tristeza, es porque era importante para nosotros/as.

Trastorno depresivo

La depresión es un trastorno, no es simplemente estar triste o «de bajón».

Es cierto que uno de los criterios diagnósticos de la depresión es experimentar bajo estado de ánimo o tristeza, pero esto solo no implica estar depresivo. La tristeza es una emoción adaptativa y la depresión es un trastorno incapacitante.

Características de la depresión

  • Estado de ánimo deprimido.
  • Disminución importante del interés o el placer.
  • Pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso o disminución o aumento del apetito.
  • Insomnio o hipersomnia.
  • Agitación o retraso psicomotor.
  • Cansancio, fatiga o pérdida de energía.
  • Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada.
  • Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o para tomar decisiones. Pensamientos de muerte, idea, plan o intento de suicidio.

Estos síntomas además de estar presentes, causan un malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.

¿Tienes dudas de si estás triste o depresivo?

Estar triste no es patológico, pero la depresión es un trastorno serio e incapacitante.

No todas las personas que padecen depresión tienen los mismos síntomas. No obstante, si te has sentido identificado/a con varias de las características de este trastorno, ponte en manos de algún profesional. Ante la duda, chequeo (y mejor pronto que tarde).

Psicóloga Lugo

Janet Díaz

Covid-19 ¿Cómo reaccionas emocionalmente?

El Covid-19 te está amenazando, a ti y al resto de la humanidad. ¿Cómo te estás defendiendo de él? Nos enfrentamos a una etapa de riesgo sanitario que va a prolongarse en el tiempo. Y más de lo mismo con la situación económica tan compleja que se nos viene encima (o que ya tenemos). ¿Cómo estamos reaccionando ante estas amenazas?

Reacciones emocionales ante el Covid-19

Cuando estamos en una situación de amenaza inminente nuestro instinto de supervivencia se pone en marcha, actuamos de forma instintiva y a posteriori pensamos y recapacitamos. Generalmente nuestro sistema nervioso central decide instintivamente cual es el sistema de protección más eficaz en cada momento. Cada persona tiene sus tendencias y seguramente te sientas identificado/a con alguna de ellas (ya me contarás).

Si un/a malhechor/a te asalta a punta de navaja, por ejemplo, puedes reaccionar instintivamente tratando de defenderte (empujones, puñetazos, patadas…). O quizá intentes escapar. Puede que te quedes paralizado/a. O tal vez sigas sus órdenes sin rechistar (entregarle la cartera, el teléfono, joyas o lo que sea que te pida). O puede incluso que después del suceso te vengas abajo o tengas una explosión emocional. Así que la lucha, la huida, el parálisis, la sumisión y el colapso son reacciones muy útiles cuando nos enfrentamos a algún peligro.

Lucha

Luchar, pelear, enfrentase al enemigo/a. Pero… ¿Cómo podemos pelear contra un virus invisible? De entrada parece complicado. ¿Contra quién luchamos? El enemigo está por todas partes pero no podemos verlo, así que una salida “sencilla” suele ser buscar alguien a quien odiar. Podemos dirigir nuestra ira hacia alguien que tengamos al lado, hacia algún/a antiguo enemigo/a o persona que nos caiga mal o incluso hacia ese partido político que tan poco nos gusta. Pero no estamos peleando contra el verdadero enemigo (que no se nos olvide que es el virus) y esa respuesta de lucha no es productiva. Responsabilizar a alguien de todas las desgracias puede darnos sensación de cierto control, pero no es real y es importante que tomemos conciencia de esto.

La solución no pasa por el odio, por señalar a uno u otra, sino por la cohesión grupal. Realizar acciones conjuntas, sentir que estamos todos/as a una. La no colaboración del otro supone un aumento del riesgo directo para uno/a o para las personas cercanas. Por eso cuando alguien se sale de estas pautas, cuando no estamos teniendo esta lucha conjunta, aparece la impotencia que a veces (muchas veces) termina convirtiéndose en ira.

Huida

¿Hacia dónde escapamos? Es una pandemia mundial así que lo de poner tierra de por medio no funciona. Pero la respuesta de huida (a nivel emocional) sí que se manifiesta y lo hace con la evitación.

Evitamos el virus refugiándonos en casa, escapamos de las aglomeraciones, nos mantenemos a dieta de noticias, etc. Dentro de casa nos podemos sentir medianamente seguros/as pero cuando ponemos el pie fuera, el asunto cambia. El virus puede estar en cualquier lugar, podemos experimentar miedo en el ascensor, en la panadería, en el cajero al tocar el pomo de cualquier puerta y prácticamente en cualquier lugar. ¿Solución para no sentir miedo? Quedarse atrincherados/as en casa, evitar el exterior a toda costa a niveles patológicos.

Otra versión de la evitación extrema (que tampoco es nada recomendable) es el:  “No me hables de… No quiero saber nada de… No quiero ni oír temas relacionado con… Prefiero seguir con mi vida como si nada… El Covid-19 es todo una cortina de humo, etc.”. Estar demasiado desconectados/as de la realidad (ojos que no ven, hostia que te pegas) permite minimizar el problema, «si no existe la amenaza, ya no tengo miedo». ¿Para qué voy a ponerme mascarilla? ¿Por qué no voy a seguir con mi vida como si nada? Y, básicamente, pasarse cualquier recomendación por el forro.

Parálisis

Cuando el peligro es muy elevado, otra reacción es el parálisis. Y si echamos la vista 6 meses atrás, la gran mayoría de nosotros/a y de nuestros/as políticos/as (no nos olvidemos de que también son humanos), experimentamos el parálisis. Estábamos al tanto de la situación tan crítica que existía en China debido al Covid-19 y de como se estaba trasladando a otros países, pero lo veíamos tan tan lejos… Luego vimos como Italia, un país vecino y con un perfil de funcionamiento cultural similar al nuestro, iba hacia la debacle y aquí nos quedamos sin reaccionar hasta que no nos vimos metidos de lleno en el estado de alarma.

Tanto a nivel personal, como institucional veíamos el problema muy lejano. Estábamos en fase de shock y el parálisis inicial hizo que las respuestas personales e institucionales fuesen tardías.

Sumisión

“Intoxicados por beber desinfectante en EEUU siguiendo las recomendaciones de Trump para combatir el Covid-19. Noticias tan surrealistas como esta tienen una explicación. Cuando estamos en una situación de mucha incertidumbre y de mucho peligro si alguien con cierta autoridad dice algo, y lo dice muy convencido, lo aceptamos por pura supervivencia.

Algo que tienen en común todos estos líderes totalitarios populistas es que hablan como si estuviesen en posesión de la verdad y hablan con gran contundencia de la mayor estupidez que se les ocurre. Lo dicen con tal convencimiento que las personas que puedan tender a esta reacción de sumisión, se agarran a esa seguridad que les transmiten como a un clavo ardiendo.

Colapso

El colapso es lo que conocemos como venirse abajo en situaciones en las que no podemos hacer nada. Momentos de gran impotencia y de mucha desesperación como, por ejemplo, situaciones en las que los/as sanitarios/as han podido hacer muy poco o menos de lo que les gustaría por falta de medios. Esta reacción de soltar la presión aparece cuando nuestro organismo dice “hasta aquí” y en ese momento es importante sentir apoyo. Lo que más nos ayuda cuando tenemos esta reacción de colapso es sentir que hay otra persona que entiende cómo nos estamos sintiendo, que no estamos solos/as.

Nuestras reacciones al coronavirus

Todas estas reacciones no son patológicas, son reacciones de supervivencia. Luchar por las cosas que están en nuestra mano está bien, como intentar presionar para que los/as sanitarios/as tenga mejores medios, que la vuelta al colegio sea más segura, etc. En cuanto a la reacción de huida, desconectar un poco de las noticias (sobre todo de los medios sensacionalistas) y el distanciamiento social son modos de evitación sanos. Si no nos precipitamos al reaccionar y nos pensamos un poco antes de actuar, esta parálisis de inicio es buena. Y si hacemos caso a lo que nos dicen en cuanto a las recomendaciones sanitarias, pues algo de sumisión nos viene fetén.

Todas estas reacciones para hacer frente al Covid-19 son sanas y necesarias, el problema surge cuando nos anclamos en alguna de ellas y nos bloquea. Si este es tu caso, no dudes en pedir ayuda.

Psicóloga Lugo

Janet Díaz

10 síntomas físicos de la ansiedad

La ansiedad suele tener repercusiones a nivel físico. No todas las personas tienen el 100% de los síntomas que voy a exponer a continuación y tampoco son los únicos que existen. Pero si cumples con unos cuantos es posible que estés experimentando altos niveles de ansiedad (aunque es muy probable que ya lo sepas…).

Síntomas físicos principales

1. Arritmias y palpitaciones

La arritmia es una alteración en el ritmo de los latidos del corazón y es uno de los síntomas más evidentes de la ansiedad. El tipo de arritmia que más frecuentemente se experimenta con esta emoción es la taquicardia (latidos acelerados de manera irregular).

Y no nos olvidemos de las palpitaciones, esa sensación de que tu latido del corazón tiene una intensidad muy fuerte, algo así como un vuelco o un golpe. Ojo, también puede ocurrir que notes una sensación como de ausencia de latido.

2. Cambios en la respiración

Los síntomas vinculados con la respiración junto con los cardíacos son los más habituales.

Cuando respiras excesivamente realizas una hiperventilación. Puede producirse porque tienes una respiración acelerada, porque respiras superficialmente, o porque tomas grandes bocanadas de aire.

3. Tensión muscular

Cuando la ansiedad es intensa, tus músculos se cargan de tensión ocasionando molestias principalmente en tu espalda, cuello y hombros.

La tensión muscular también se relaciona con la respiración. Si experimentas sensación de falta de aire y de opresión en el pecho es probable que se deba a que la tensión de tus músculos intercostales sea elevada. Esto es lo que obstaculiza que tu zona torácica se movilice y por tanto sientas dificultad para coger aire.

Los dolores de cabeza también pueden estar desencadenados por altos niveles de ansiedad, ¿te suenan de algo las cefaleas tensionales?

4. Temblores

¿Alguna vez has temblado antes de hablar en público, antes de un examen o en cualquier otra situación que te generara mucha ansiedad? Si la respuesta es sí sabes perfectamente a que me refiero.

5. Problemas en el sistema digestivo

Puedes experimentar nauseas, vómitos, sensación de nudo en el estómago, digestiones difíciles, ardores, diarreas o dolor de tripa. Todo muy agradable…

6. Sudoración excesiva

Cuando la ansiedad alcanza niveles altos es habitual que sudes de forma excesiva, sobre todo en manos, pies, frente y axilas.

7. Micción frecuente

¿Has experimentado alguna vez la sensación de «me meo» cuando esperabas por la nota de un examen importante, cuando jugabas al escondite o antes de una entrevista de trabajo? Pues otro síntoma físico de la ansiedad.

8. Boca reseca

Sí, cuando estás ansioso/a las glándulas encargadas de la salivación se contraen, ocasionando sequedad en tu boca. Truquillo: intenta llevar una botellita de agua en situaciones especialmente estresantes o angustiantes.

9. Mareos

En los momentos en los que tu ansiedad es muy intensa puedes experimentar mareos o sensación de inestabilidad (o directamente caer como un pajarito).

10. Variación en la respuesta sexual

Si eres hombre puedes tener dificultades para conseguir una erección o sufrir eyaculación precoz.

Si eres mujer es posible que notes una pérdida de deseo acompañada de baja lubricación vaginal.

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Bibliografía

Psicología y mente

Psicóloga Lugo

Janet Díaz

¿Uso o abuso de psicofármacos? | Psicólogo Lugo

En muchas ocasiones el uso de psicofármacos está perfectamente justificado. Pero en otros casos, no. Hablemos un poco de estos últimos…

Aumento del consumo de psicofármacos

En España, en el año 2015, aumentó en un 300% la venta de psicofármacos (principalmente antidepresivos y ansiolíticos). Y su consumo no deja de crecer año tras año.

Es bastante curioso que el vertiginoso crecimiento de venta de estos medicamentos no se corresponda con el ritmo del aumento de las patologías a tratar (muchísimo menor). Es decir, se prescriben más tratamientos de los trastornos que se diagnostican.

Por no hablar de que este «remedio» farmacéutico parece no funcionar demasiado bien. En vez de bajar la incidencia de las patologías que se supone que curan, estas van en aumento.

No aceptar la realidad

Razones para tener ansiedad o para estar tristes hay y hubo desde el inicio de los tiempos. Las emociones (todas ellas) forman parte de la vida y querer que desaparezcan no es saludable, ni adaptativo, ni inteligente, ni conduce a nada bueno.

Sí, ya sé que hay gran cantidad de gurus y pseudocientíficos/as varios/as que repiten una y mil veces eso de “sonríele a la vida y ella te devolverá la sonrisa”, “podrás conseguir todo lo que te propongas”, “si lo deseas con fuerza, sucederá” y mil y una chorradas más. Señores/as de luz, va a ser que esto no funciona así. En la vida hay momentos buenos y momentos malos. Hay cosas que no vamos a poder conseguir (por mucho que las deseemos o las visualicemos) ni controlar. Si nos creemos esas mentiras de vidas de felicidad constante, sin sufrimiento, antes o después acabaremos angustiados/as por no poder alcanzarlas.

Pretender que desaparezca el malestar de nuestras vidas es un grave error. Ojo, no digo que haya que abogar por la mediocridad o ahogar cualquier espíritu de lucha. Pero peleemos por lo que cada uno/a de nosotros/as queramos pelear teniendo en cuenta, siempre, nuestras capacidades. De lo contrario nos convertiremos en ciudadanos frustrados por no ser capaces de alcanzar los sueños imposibles que nos hemos o nos han impuesto.

La vida no se medica

En la vida hay dolor, desamores, ansiedad, agobios, bajones anímicos, sueño, cansancio, preocupaciones y no podemos resolverlo todo a golpe de psicofármacos.

La tristeza no es una enfermedad. Suspender un examen, tampoco. Ni siquiera estar apenados/as por la muerte de un ser querido o por una ruptura sentimental lo es. Pero muchas veces no aceptamos que el dolor forma parte de la vida y preferimos vivir «anestesiados/as».

En la vida hay momentos buenos y malos, ¿estos últimos creéis que se solucionan a golpe de pastilla?

Bibliografía

Aemps

psicorelacional.com

Psicóloga Lugo

Janet Díaz

Las 5 etapas del duelo

Casi todos/as nos hemos enfrentado alguna vez a un duelo por la muerte de alguien cercano y, a pesar de ello, es algo de lo que nos cuesta hablar.

El duelo tras la pérdida de una ser querido puede adoptar muchas formas, pero suelen poder reconocerse 5 etapas a lo largo del proceso: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Esto no significa que todas las personas que atraviesan un duelo tengan por qué atravesar estas 5 fases ni tampoco que tengan que aparecer este mismo orden, pero es lo más habitual.

1. Negación

La incredulidad suele ser la primera reacción.

“No puede ser verdad”

Negar que alguien ha muerto ayuda a amortiguar el golpe y permite aplazar parte del dolor. Es una forma de decirle a la realidad que espere, que todavía no estamos preparados para asimilar la noticia.

Sí, es una estrategia poco realista a largo plazo y no puede mantenerse en el tiempo indefinidamente. Pero es de gran utilidad en un primer momento puesto nos da un pequeño margen temporal que permite que no sintamos el dolor de una forma tan brusca.

2. Ira

La ira, la rabia y el resentimiento que predominan en esta etapa son fruto de la frustración que nos produce saber que no podemos hacer nada para traer de vuelta a nuestro ser querido.

Es habitual que se busquemos posibles culpables, alguien a quien responsabilizar y, si no lo/a encontramos (porque en la mayoría de los casos no existe), podemos dirigir nuestra ira hacia personas que no tienen culpa: amigos/as, familiares, médicos, vecinos/as, desconocidos/as, etc.

Lo más aconsejable es reconocer y aceptar la rabia que sentimos para poder sacarla fuera. Si la negamos y la dejamos dentro de nosotros/as no desparecerá, solo se esconderá y se hará más fuerte.

3. Negociación

Esta fase es de las más breves, en ella fantaseamos con la idea de tener el control sobre la situación. Como si pudiésemos cambiar la realidad o impedir que ocurra la muerte pactando con Dios, buscando estrategias sobrenaturales o haciendo sacrificios varios… Buscamos incansablemente formas de hacer que lo inevitable se convierta en posible.

4. Depresión

“La vida es una mierda”

“Nunca lo/a volveré a ver”

“Se acabó la felicidad”

En esta fase dejamos de fantasear con circunstancias paralelas y volvemos a la realidad con una profunda sensación de vacío. La tristeza y el dolor que sentimos es muy fuerte, nos notamos cansados/as y nos sentimos incapaces de salir de este estado de tristeza y melancolía. Es habitual aislarnos y entrar en una crisis existencial al darnos cuenta de la irreversibilidad de la muerte.

5. Aceptación

“La vida sigue”

Esta etapa es el último paso del duelo. En ella el dolor emocional va desapareciendo, lentamente volvemos a experimentar alegría, placer o ilusión y poco a poco las cosas vuelven a la normalidad.

No es fácil aceptar que no volveremos a ver a esa persona, pero no hacerlo tiene un precio muy alto. Aceptar la muerte de nuestro ser querido y aprender a vivir sin él/ella requiere de un gran trabajo y admitir que las pérdidas forman parte de la vida, por muy poco que nos guste, es necesario.

Recuerda

El duelo es un proceso muy duro, si sientes que no eres capaz de seguir hacia adelante o necesitas ayuda, contacta con un psicólogo.

Bibliografía

  • Abengózar, Mª. C. (1994). Cómo vivir la muerte y el duelo. Una perspectiva Clínico-Evolutiva de Afrontamiento. Universidad de Valencia. Valencia.
  • Bayés, R. (2001). Psicología del sufrimiento y de la muerte. Ediciones Martínez Roca.
  • Lee, C. (1995) La muerte de los seres queridos. Plaza & Janés Editores. Barcelona.

Psicólogo Lugo

Janet Díaz

¿El polígrafo es un timo? | Psicólogo Lugo

El polígrafo indica que la persona miente.

El polígrafo indica que la persona dice la verdad.

Estaría genial poder determinar la honradez de una persona solo con conectarla a un artilugio lleno de cables, ¿verdad? Pero hay un problemilla a tener en cuenta, los «detectores de mentiras» no existen.

Qué es y cómo funciona un polígrafo

El polígrafo es un aparato que registra las alteraciones de varias medidas fisiológicas en un determinado lapso de tiempo. Las más habituales son:

  • Frecuencia cardíaca.
  • Presión sanguínea.
  • Respiración.
  • Conductividad de la piel (sudoración).

La prueba consiste en registrar durante una o dos horas los cambios que se dan en la persona evaluada cuando responde a una serie de preguntas.

¿Cómo se supone que detecta las mentiras?

Mentir desencadena una serie de respuestas involuntarias que el polígrafo pretende medir.

¿Por qué no funciona?

Porque el polígrafo no detecta mentiras, solo detecta los supuestos cambios que se producen cuando se miente. Y un detallito sin apenas importancia: no existe ningún patrón de respuestas fisiológicas que se puedan relacionar directamente con la mentira y, por tanto, el engaño no puede ser medido. Además no debemos olvidar que no todas las personas experimentan las mismas respuestas cuando engañan. Hay gente que ni se inmuta al contar trolas como catedrales y, en cambio, otros experimentan alteraciones fisiológicas con gran intensidad con cualquier mentirijilla.

Además, hay muchísimas causas por las que se puede producir un cambio en el ritmo cardíaco, respiratorio, en la presión de la sangre o en la sudoración. El mero hecho de someterse a un examen poligráfico, por ejemplo, puede provocar mucha ansiedad. Sería algo parecido al «síndrome de la bata blanca» que muchas personas sufren cuando van al centro de salud a medirse la tensión y esta aumenta por el nerviosismo que les genera el posible resultado o los/as enfermeros/as, ATS o médicos/as.

Fiabilidad del polígrafo

Uno de los últimos informes científicos afirman con rotundidad que “las pruebas poligráficas son completamente inválidas como instrumento diagnóstico para determinar la verdad”.

Aproximadamente de cada 100 personas que se someten al polígrafo y no mienten:

  • 50 de ellas van a ser identificadas como individuos que dicen la verdad.
  • Los otros 50 individuos honestos van a ser tachados de mentirosos.

Estas cifras son prácticamente iguales a las observadas al arrojar una moneda al aire. Si sale cara, miente. Si sale cruz dice la verdad.

Cómo trampear la prueba poligráfica

Está claro que el polígrafo detecta a con precisión los cambios fisiológicos, pero lo que no puede hacer es determinar a que se deben. ¿Se me acelera el corazón porque miento, porque me importa mucho que sepan que digo la verdad, porque recuerdo una situación muy embarazosa, porque tengo miedo a que me juzguen injustamente, porque estoy nerviosa o por mil y un motivos más?

En España la prueba del polígrafo no se admite (afortunadamente) como prueba de cargo que sirva para condenar a alguien, pero si por un casual estás pasando unos días en Estados Unidos y alguna agencia federal como el F.B.I. o la C.I.A. te somete al polígrafo, aquí van unos consejitos para que superes la «prueba de la verdad» (también te pueden servir si eres un/a personajillo/a de esos a los someten al detector de mentiras en el Sálvame Deluxe):

  • Muérdete la lengua cada vez que te hagan una pregunta. Así conseguirás aumentar tu ritmo cardíaco, respiración y respuesta galvánica tanto en las preguntas control como en las preguntas relevantes. Digas la verdad o mientas, tu respuesta fisiológica será siempre la misma así que: «dice la verdad».
  • Tómate algún tranquilizante, de este modo tu respuesta emocional será más uniforme ante las preguntas y no habrá cambios físicos relevantes: «el/la sospechoso/a dice la verdad».
  • Mete una chincheta o piedrecilla puntiaguda en el zapato y clávatela cada vez que respondas a una pregunta, así todas tus respuestas tendrán una alteración similar: «dice la verdad».

Fíjate que fiable es el polígrafo eh…

Bibliografía

Alonso-Quecuty, M.L. (1993): Información post-evento y reality monitoring: Cuando el testigo «no puede» ser honesto. En M. DIGES y M.L. ALONSO-QUECUTY: Psicología forense experimental. Valencia: Promolibro.

National Academy of Sciences. 2003. The Polygraph and Lie Detection, Committee to Review the Scientific Evidence on the Polygraph. The National Academies Press, Washington, D.C.

Psicólogo Lugo

Janet Díaz

Test de abnegación | Psicólogo Lugo

¿Antepones el bienestar de los demás al tuyo propio? Si quieres averiguarlo no tienes más que hacer el test de abnegación que te traigo hoy (extraído del bestseller de Bernardo Stamateas Gente tóxica). Lee con atención cada una de las siguientes 15 preguntas, contéstalas con un o un no y ve contando las respuestas afirmativas. Al terminar el test podrás interpretar tus resultados. ¿Te animas?

Test de abnegación

1. Si tus amigos tuvieran que descirbirte, ¿preferirías que dijeran que eres una persona atenta en lugar de una persona feliz?

2. ¿Te sientes mejor cuidando de otros que permitiendo que te cuiden?

3. ¿Te sorprende ver lo incompetentes que son las personas que te rodean?

4. ¿Encuentras que no hacen caso de la mayoría de tus consejos?

5. ¿A veces tienes que morderte la lengua en presencia de tus hijos/as, pareja u otros familiares?

6. ¿Por lo general encuentras mucho más fácil hacer las cosas por ti mismo/a?

7. ¿Haces muchísimo más por los demás que lo que ellos/as harían por ti?

8. Si alguien te trata mal, ¿sueles continuar tratando a esa persona como siempre?

9. ¿A veces tus familiares o amistades dan por descontado que cuentan contigo?

10. ¿A veces aceptas actitudes de amigos/as o familiares que no aceptarías de un/a desconocido/a?

11. ¿Sientes más alegría por las cosas buenas cuando hay un ser querido con quien compartirlas?

12. ¿A veces desearías pasar de todo, tomarte un descanso y no tener que preocuparte por los demás?

13. ¿En ocasiones has contestado a lo que dicen en televisión con comentarios sarcásticos, corrigiendo el vocabulario o la gramática?

14. ¿Cumples las promesas que haces aun cuando eso signifique sacrificar tus necesidades?

15. ¿Detestarías que se te recordara como una persona egoísta?

Interpretación de los resultados

  • Si tu resultado ha sido 1 o 2 síes: la palabra culpa no se encuentra dentro de tu vocabulario.
  • Entre 3 o 4 respuestas afirmativas: eres una persona equilibrada y responsable de ti misma. Sabes satisfacer tus necesidades y no eres esclavo/a de los caprichos de los demás.
  • Si has obtenido entre 5 y 7 síes: eres una persona abnegada grado 1. Esto quiere decir que aplazas con demasiada frecuencia tus necesidades, esperando a que llegue un mejor momento para llevarlas a cabo. El problema está en que ese momento nunca llega…
  • Entre 8 y 13 respuestas afirmativas: tu abnegación es de grado 2. Tienes por costumbre ignorar tus necesidades, incluso las más básicas, como la alimentación, el descanso, recibir afecto, etc. Te esfuerzas más por hacer feliz a los/as otros/as que de serlo tú mismo/a. Lo malo de vivir para servir a los demás es que te olvidas de cuidarte a ti.
  • 14 o 15 síes: no reconoces tus necesidades. Eres una máquina de trabajar que ha dejado de cuidarse. Careces de sueños y de expectativas, vives por y para los demás y estás lleno/a de frustraciones.

Bibliografía

Stamateas, B. Gente Tóxica (2013). Ediciones B

Psicólogo Lugo

Janet Díaz

Col. G – 5097

Cómo detectar mentiras | Psicólogo Lugo

La detección de mentiras es un tema muy atractivo, pero hay que tener en cuenta que solo se puede hablar de señales de falsedad. En el arte de detectar engaños no existe ningún gesto, palabra, expresión facial o movimiento corporal que por sí mismo signifique que la persona está mintiendo; solo existen indicios de engaño.

Todas las pistas de las que te voy a hablar no son fiables al 100% de forma aislada, así que no tomes conclusiones precipitadas. Hay que valorar siempre en conjunto, teniendo en cuenta el contexto, el mensaje, las intenciones y características de la otra persona, etc. Un solo gesto no significa nada, pero si ves más de cinco pues… Sospecha modo on!
Así que sigue investigando. Y recuerda que cuanto más hable la persona, más probabilidades hay de que meta la pata. Dicho esto, vamos al lío.

Indicios de mentiras

Palabras

  • Discursos largos y poco oportunos que se hacen con cierto ímpetu.
  • Excesivas explicaciones o muchas excusas. «No es que no puedo porque no sé que no sé cuantos y además bla bla, porque tengo que miau miau y entonces guau guau». “No puedo ir porque el vecino de la prima de mi cuñado me dijo si le acompañaba a dar un paseo por la muralla”.
  • También es sospechoso si alguien cuenta algo que encaja perfectamente, de un modo impecable.
  • Evitar autorreferencias, es decir, aludir palabras como “yo” o “mi”.
  • Hacer reparaciones de frases, interrupciones o repeticiones reformuladas. «¿Pero que dices, que te estoy mintiendo? ¿Cómo te voy a estar mintiendo? ¿Por que dices que te estoy mintiendo?».
  • Utilizar expresiones como “honestamente”, “francamente”, “sinceramente”, etc. Como intento de dar más veracidad.
  • Evitar decir el nombre de la persona sobre la que se miente.
  • Uso excesivo de interjeciones: » ¡ooooh!, ¡ay!, ¡ah!, ¡bah!, ¡ufff!, ¡hala!,» etc.
  • Dejar palabras o frases a medias.
  • Repeticiones: «estaba en el río Rato cuando vi al otro lado del río a Manuel y le pregunté: ¿Qué haces paseando por el paseo del río Rato?».

Voz

  • Aumenta el tono.
  • Se habla más lento.
  • Pausas largas y/o frecuentes.
  • Vacilar al empezar a hablar, sobretodo al responder a preguntas.

Extremidades

  • Frotarse las manos.
  • Entrelazar los dedos, sobre todo con fuerza.
  • Mover o jugar con el anillo, reloj o pulsera.
  • Apretarte mucho los dedos.
  • Rascarse la muñeca.
  • Ocultar las manos.
  • Colocar los pies en dirección contraria al interlocutor.
  • Cruzar los pies, las piernas o los brazos.
  • Al estar sentados, meter las piernas muy hacia atrás por debajo de la silla.
  • Mover de forma nerviosa el pie o la pierna.

Rostro

Expresiones faciales

  • Microexpresiones. Son expresiones emocionales que abarcan todo el rostro y duran apenas una fracción de segundo. Son tan veloces que por lo general no se detectan, pero brindan mucha información sobre una emoción oculta.
  • Expresiones abortadas. La persona intenta disimular una expresión que aparece de forma involuntaria (esa sonrisilla que quieres disimular cuando ves a una persona que te gusta).
  • Expresiones emocionales de larga duración: las expresiones que duran más de 5 segundos desde que aparecen hasta que se desvanecen.
  • Desincronización emocional: si la expresión aparece en el rostro con posterioridad a las palabras.
  • Expresiones faciales exageradas. “Jajaja, ¿contarte yo una mentira? Jajajaja». “Snif snif, me duele muchísimo que pienses que te estoy mintiendo. Snif, snif”

Ojos

  • Mayor frecuencia de parpadeo.
  • Aumento del tamaño de las pupilas.
  • Contacto visual menor (desviar la mirada) o bien mantener mucho contacto visual (mirar muy fijamente a los ojos).
  • Bajar la mirada.
  • Tocarse el lagrimal o los ojos.

Resto del rostro

  • Toquetear o rascarse la nariz.
  • Tocarse el pelo.
  • Rascar la oreja o por detrás del cuello.
  • Taparse la boca, poner la mano en el mentón con un dedo en el labio o delante de la boca.
  • Y en general llevar con mayor frecuencia las manos a la cara.

Errores más comunes en la detección de mentiras

Detectar mentiras no es una tarea fácil. Hay que atender a muchas fuentes de información. Y, sobre todo, no hay que interpretar de forma aislada ningún gesto, expresión facial, microexpresión, expresión corporal, etc. Sino todos en su conjunto y relacionados con el contexto en el que aparecen. También hay que tener en cuenta que es más fácil detectar mentiras en personas que mienten poco que en «mentirosos profesionales”.

ERROR DE BROKAW

No tener en cuenta las diferencias individuales en la expresión emocional. Ni todas las personas nos expresamos igual, ni todos/as reaccionamos del mismo modo; lo que en algunas personas puede ser indicio de mentira en otras puede no serlo.

ERROR DE OTELO

No advertir que a veces las personas aunque cuenten la verdad, se ponen nerviosas cuando alguien sospecha que mienten.

Bibliografía

Ekman, P. Cómo detectar mentiras (1985). Ediciones Paidós

www.cop-cv.org/db/docu/1212041bero1ZfI4eaU7r7.pdf

Psicólogo Lugo

Janet Díaz

Col. G – 5097


C/ Círculo das Artes 18, entresuelo, Lugo


Teléf. 616766302

Duelo. Es Navidad y hay una silla vacía | Psicólogo Lugo

Tenemos las Navidades encima. Las luces en las calles, los anuncios de televisión, los escaparates, los villancicos y un sin fin de adornos navideños… El mundo no se detiene aunque tú estés atravesando un duelo.

Navidad

Para mucha gente estas fiestas son un motivo de alegría, de reencuentro. Pero para las personas que han sufrido una pérdida, como tú, es un momento muy duro, por ser precisamente la época en la que más notas las ausencias. Reunirte alrededor de una mesa en la que esa silla vacía es tan evidente, te aflige y te llena de añoranza. No te castigues por sentirte mal, es completamente natural.

Se trata de unas fechas muy emotivas. Seguramente albergues en tu memoria momentos felices de tu infancia. Pero con el paso de los años, inevitablemente, se han ido añadiendo otros recuerdos más duros. Además de acordarte de la ilusión con la que esperabas a los Reyes Magos, es posible que ahora también evoques la pérdida de los abuelos, quizá de una pareja, un padre, una hermana, un hijo, tal vez una amiga… ¿Cómo no sentir nostalgia?

A veces la Navidad también te conecta con esas cosillas que no has logrado, esos pequeños o grandes disgustos de la vida: rupturas, peleas, desilusiones, enfados, separaciones, distanciamientos… Todo ayuda a que el sentimiento de abatimiento se instale en ti.

 

Lo que los demás esperan de ti

Con mucha frecuencia familiares y allegados te empujan, te presionan o te piden que tires adelante, que aunque sea lo hagas por ellos/as. Y tú que por dentro estás destrozado/a, no tienes fuerzas ni ganas de nada, pero tampoco quieres arruinarles las fiestas. ¿Qué haces? ¿Cómo actúas?

Mi consejo es que hagas lo que te apetezca siempre y cuando no sea quedarte solo/a y aislado/a. Si quieres mandar al cuerno las Navidades, mándalas. Si no te apetece celebrar/acudir a una cena o comida, no lo hagas. Si no quieres poner el árbol de Navidad, no lo pongas. Si te apetece hacer una pequeña escapada, hazla. Tú mejor que nadie conoce tus necesidades.

Si te dicen “ya deberías estar bien”, “ya ha pasado mucho tiempo”, “la vida sigue», etc. No se lo tomes a mal, esas personas desean lo mejor para ti, que no utilicen las palabras más adecuadas para expresarlo o que no acaben de comprenderte, no significa que no te quieran. Al contrario.

 

Acepta tu duelo

No hagas como que no pasa nada, así que no intentes huir de tus emociones ni de tus recuerdos. Si tienes que llorar, llora. No te sientas mal por echar de menos a alguien, que no te de miedo emocionarte.

 

Psicóloga Lugo

Janet Díaz

Bibliografía

Instituto IPIR

 


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