Hoy voy a escribir un poco sobre los ataques de pánico, también llamados ataques de ansiedad o crisis de pánico.
La ansiedad es una reacción emocional necesaria para nuestra supervivencia. No obstante, las reacciones de ansiedad pueden alcanzar niveles excesivamente altos o pueden ser poco o nada adaptativas en determinadas situaciones. Y, evidentemente, en los ataques de pánico la ansiedad se considera patológica.
Ataques de pánico, ¿Qué son?
Son episodios de aparición repentina (en menos de 10 minutos) de una sensación incontrolable de gran malestar, miedo, preocupación, temor o aprensión intensos. Con frecuencia se asocian a una idea de peligro o catástrofe inminente junto con una necesidad urgente de huir de la situación.
Tengo la intuición de que algo malo va a pasar, no sé muy bien el qué, no lo puedo explicar pero lo siento.
Con frecuencia se inician con una sensación de nerviosismo interno, de agitación. Y no es algo que “venga de fuera” (reacción a un problema en el trabajo, bronca con la pareja, susto en el coche o cualquier suceso estresante). Sino que se trata de una sensación interna. Me viene de dentro y lo noto en la tripa, en el pecho o en la boca del estómago.
Sin ningún tipo de razón empezamos a tener la sensación de que algo malo nos va a suceder y notamos como nuestra respiración y corazón se aceleran. No hay nada que nos indique que exista algún peligro, pero sentimos como si realmente fuera a ocurrirnos algo malo. Puede ser en forma de pensamientos catastrofistas («me estará dando un infarto») o anticipaciones negativas («ya verás, mañana me van a despedir del trabajo»).
¿Cómo identificar un ataque de pánico?
El Ataque de Pánico según el DSM-V se caracteriza por la presencia temporal o aislada de miedo o de malestar intenso, acompañado al menos de cuatro de los siguientes síntomas físicos y cognitivos:
- Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca.
- Sudoración.
- Temblor o sacudidas.
- Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
- Sensación de ahogo.
- Dolor o molestias en el tórax.
- Náuseas o malestar abdominal.
- Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
- Escalofríos o sensación de calor.
- Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueo).
- Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo).
- Miedo a perder el control o de “volverse loco”.
- Miedo a morir.
¿Qué hacer?
Si tienes sospechas, acude a un/a profesional.
Bibliografía
American Psychiatric Association., Kupfer, D. J., Regier, D. A., Arango López, C., Ayuso-Mateos, J. L., Vieta Pascual, E., & Bagney Lifante, A. (2014). DSM-5: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (5a ed.).