¿Qué es tener buena suerte?
Hoy te traigo una breve historia de tradición taoísta. Espero que te haga reflexionar sobre cómo interpretamos las circunstancias que vivimos en nuestro día a día y sobre cómo en determinadas situaciones la lectura que hacemos de los acontecimientos suele ser parcial y limitada, impidiéndonos ver las consecuencias positivas que pueden traer a medio o largo plazo.
La realidad sobre la buena suerte
La historia dice así:
Un anciano labrador, viudo y pobre, vivía con su hijo en una humilde casa. Tenían también un viejo establo en el que guardaban a su único caballo que tanto les ayudaba para cultivar el campo.
Una noche, el caballo se escapó del establo y por mucho que lo buscaron, no lo encontraron. Cuando los/as vecinos/as se enteraron de la noticia, fueron a visitar al anciano para darle las condolencias y lamentar su desgracia. Pero el labrador solo les dijo: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. Y los/as vecinos/as no lo entendieron.
Una semana después, el caballo regresó al establo trayendo consigo una yegua salvaje en edad de procrear. Los/as vecinos/as fueron de nuevo a visitar al anciano campesino, pero esta vez para felicitarle por su extraordinaria buena suerte. Pero éste, de nuevo les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Los/as vecinos/as pensaron que el anciano había perdido el juicio ya que era indudable que recuperar el caballo y tener a mayores una yegua, de repente y por azar, era una grandísima suerte.
Al día siguiente cuando el hijo del labrador intentó domar a la yegua, se cayó al suelo y se rompió una pierna. Los/as vecinos/as consideraron esto como una desgracia, pero no el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. Y los/as vecinos/as ya no supieron qué responder.
Una semana más tarde, el ejército llegó a la aldea para reclutar a todos los jóvenes que se encontraran en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, no se lo llevaron. Los/as vecino/as que quedaron en la aldea, padres, madres, abuelos y abuelas de decenas de jóvenes que partieron ese mismo día a la guerra, fueron a ver al anciano labrador y a su hijo, y a expresarles la enorme buena suerte que había tenido el joven al no tener que partir hacia un peligroso combate. A lo que el longevo sabio respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”.
Reflexión
Nos encanta ponerle etiquetas a todo y con demasiada frecuencia se nos olvida que la actitud con la que decidimos enfrentarnos a la vida solo depende de nosotros/as.
Tenemos la tendencia a clasificar las situaciones como positivas o negativas, buenas o malas, pero se nos olvida que las situaciones por si mismas no tienen ningún signo. A veces, lo que inicialmente nos parece una gran suerte termina convirtiéndose en una pesadilla, y lo mismo sucede al revés. Lo que en un principio puede parecernos un gran revés de la vida puede abrirnos puertas a experiencias que, con el paso del tiempo, agradeceremos.
Psicólogo Lugo
Janet Díaz