Reuniones familiares, brindis, buenas intenciones, ilusión… Disfrutar de una feliz Navidad a veces resulta fácil, pero también es muy sencillo meter la pata y que las celebraciones terminen como el rosario de la Aurora.
Repertorio de las principales meteduras de pata navideñas
Estar pendiente del teléfono durante las comidas/cenas navideñas. Si estás más pendiente del dispositivo móvil que de la gente que tienes delante, no solo es una falta de educación, sino que también resulta muy molesto estar escuchando cada dos por tres las notificaciones de los mensajitos que recibes. Silenciar el teléfono es muy sencillo y no contestar a WhatsApps, llamadas o no ver las publicaciones de tus amigos/as durante un par de horas no te va a quitar años de vida.
Convertir la Navidad en una especie de competición para ver quién hace más regalos y más caros. ¿De verdad que no eres capaz de expresar tu cariño hacia los demás si no es comprando costosas chorradas varias? Piensa en la cuesta de enero que te espera si te endeudas hasta las orejas por creer que así «quedas bien» con tus allegados.
Comer más de la cuenta. Lo de «un día es un día» en Navidad no sirve porque son muuuuchos días: Nochebuena, Navidad, Fin de año, Año nuevo, Reyes, comidas de empresa, cenas de amigos/as, etc. Si comes hasta reventar (literalmente) de forma inmediata acabas con esa incómoda sensación de estar a punto de explotar y el resto de la noche soportando la difícil digestión. Y a medio plazo doble ración de gimnasio, dietas y sentimientos de culpabilidad.
Publicar en las redes sociales tooooodo el menú. ¿Qué intentas, competir con Berasategui o los Arzak? No seas el/la pesado/a de turno de «espera, espera, no empecéis aún que tengo que sacar unas fotos para el Instagram». Al resto de comensales les resulta molesto y tus seguidores o amigos/as de las redes sociales acaban empachados con tanto reportaje gastronómico.
Beber como si no hubiera un mañana, sobre todo si estás sentado/a al lado de esa persona que no te cae especialmente bien. Terminar discutiendo con tu cuñado o vomitándole encima a tu prima no es precisamente un buen fin de fiesta. Y de la resaca del día siguiente mejor ni hablamos…
Enviar cadenas de Whatsapp con felicitaciones navideñas a diestro y siniestro. ¿Eres consciente de que tus amigos/as ya habrán recibido esa misma felicitación unas 10 veces en la última media hora? Un poquito de originalidad, por el amor de dios.
Desmadrarse en la cena de empresa. Con unas copichuelas encima puede parecerte una idea estupenda decirle a tu compañero de trabajo cualquier bobada o hacerle a tu jefa alguna revelación de tu vida privada, pero seguramente no lo sea. Si no quieres reincorporarte al trabajo con la vergüenza del siglo, no te pases empinando el codo.
Amargarte viendo las navidades «perfectas» que otras personas publican en el caralibro o en el Instagram. No te compares y no seas ingenuo/a, las redes sociales están repletitas de mentiras y vidas ficticias.