Ansiedad por comer durante la cuarentena

ansiedad por comer

Comer es un acto fisiológico, social y emocional. Al ingerir alimentos aportamos energía y nutrientes a nuestro cuerpo. También comemos para celebrar acontecimientos personales (un homenaje por algo bien hecho), familiares (cumpleaños), sociales (cena de amigos/as) o profesionales (comida de trabajo). Y, por supuesto, también nos alimentamos para acompañar a nuestras emociones. Profundicemos más sobre este último factor: cuando comemos no solo sentimos emociones sino que también establecemos vínculos entre estas y la comida (aunque muchas veces no seamos conscientes). Por eso es tan frecuente que  nuestras emociones afecten a la relación que tenemos con la comida.

Principales aspectos que influyen en nuestra conducta alimentaria

1. Ritmo de vida

El ritmo de vida actual favorece la fast food, cada vez le dedicamos menos tiempo a pararnos a pensar y analizar “¿hoy qué voy a comer?”, “¿qué necesita mi cuerpo?”, “¿qué me apetece?”. Vamos con prisas, estresados/as, y acabamos comiendo cualquier cosa rápida. No tenemos más que observar como ha aumentado la oferta de comida a domicilio o como en  los supermercados cada vez hay más alimentos procesados, listos para comer en un periquete, se calientan en 5 minutos y bon appetit… Perfectamente compatible con el teletrabajo, con estar las 24 horas del día con las pequeñas bendiciones que no pueden salir a la calle, con horarios de trabajos extenuantes, con la pereza, etc.

2. Nivel económico

No todo el mundo puede permitirse ir al super y llenar el carrito de la compra con sus productos favoritos. ERTES, despidos, autónomos aullándole a la Luna… A veces se quiere comer jamón ibérico, pero toca contentarse con fiambre de pavo.

3. Conocimientos sobre alimentación

Compramos, cocinamos y/o elegimos la comida en función de nuestras creencias, modas (ayuno, dieta paleo…) o tendencias en salud, entre otros. Podemos creer que comemos sano, pero las creencias y las realidades a veces tienen poco que ver. Una dieta con poca variedad alimentaria, muy restrictiva en cuanto a calidad o cantidad no es sinónimo de comer sano (aunque lo diga el gurú de turno).

4. Biológicos

Hambre, apetito, sentido del gusto, intolerancias, alergias y un sinfín de factores más.

5. Cultura y religión

¡No voy a entrar en el tema de comer pangolín! Insectos, serpientes…. Para muchos/as de nosotros/as comer pulpo el algo completamente normal (y delicioso) pero hay otras culturas a las que les provoca el mismo asco que podemos sentir algunos/as de nosotros/as al pensar en saborear unas cucarachas fritas. Y con la religión pasa más de lo mismo, los musulmanes no comen cerdo y los católicos apostólicos romanos los viernes de cuaresma no tocan la carne (aunque mi padre dice que de pequeño si le aflojaba la cartera al cura le daba una estampita y diosito ya te permitía comer carnaza sin pecar).

6. Aspectos psicológicos

En función de nuestro estado de ánimo comemos de una manera u otra. Cuando estamos nerviosos/as, enfadados/as, tristes, cansados/as, contentos/as, etc. Comemos de forma diferente. Todos tenemos una alimentación emocional con tendencias diferentes: se nos cierra el estómago, comemos vorazmente, picoteamos, etc.

7. Disponibilidad de alimentos

Tenemos acceso a una gran variedad de alimentos y además de una manera muy suculenta. Presentaciones apetitosas, envoltorios con dibujos para los/as más pequeños/as, campañas publicitarias brutales, colocación estratégica en los supermercados y a veces hasta los comestibles vienen acompañados de regalos. Todo esto facilita que acabemos seducidos/as por determinados productos y tomemos decisiones impulsivas «no tenía pensado comprarlo pero lo vi allí y no me pude resistir».

Cuarentena y alimentación

Nos alimentamos rápido aun sin tener prisa, comemos sin hambre, picamos entre horas… Por no hablar de esa molesta sensación de descontrol ante algunos alimentos (chocolate, por ejemplo) y los sentimientos de culpa que aparecen después de darse un festín.

Muchos de los factores que influyen en nuestra conducta alimentaria han sufrido cambios con la situación excepcional que estamos viviendo: modificación de rutinas, preocupaciones económicas, malestar psicológico, menos visitas al super y/o despensas más llenas de lo habitual. Por eso no es nada raro que nuestra conducta alimentaria se vea alterada.

Pautas para gestionar el hambre emocional

Para disfrutar de la comida y no perder el control, hazte las siguientes preguntas antes de ponerte a zampar:

¿Por qué como?

Es muy frecuente comer de una manera automática, sin pensar, sin conectar con nuestras sensaciones. Una de las señales con la que más desconectamos es con ¿tengo hambre física de verdad o es que estoy aburrido/a, angustiado/a, etc.?

¿Cuándo como?

No te olvides de tener un horario adecuado de comidas.

¿Dónde como?

Hacerlo delante del ordenador, por ejemplo, no te ayudará.

¿Cuánto como?

Intenta identificar las señales de saciedad y cuando lo hagas ¡Para! No tienes que dejar el plato más limpio que una patena. Por una cuestión cultural se asocia el disfrutar de la comida con grandes cantidades, y lo cierto es que no hace falta engullir raciones ingentes para acabar satisfecho/a.

¿Qué como?

Elige los alimentos de una manera flexible y adaptándote a tus propias necesidades. Planifica tu compra y tus comidas, no hace falta que seas un MasterCheff, pero si que programes que vas a desayunar, comer, merendar o cenar.

¿Cómo como?

Hazlo con intención, saborea los alimentos. Comer es un placer. ¡Disfrútalo! No te fijes solo en los aspectos sensoriales de la comida (olores, sabores, texturas, etc.) sino también en qué pensamientos, emociones y sensaciones están presentes.

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