Es completamente normal que ante esta situación excepcional que estamos viviendo experimentemos miedo; no queremos contagiarnos ni que nuestros seres queridos enfermen. Por eso, la mayoría de nosotros/as seguimos las recomendaciones de los expertos: lavarnos las manos con frecuencia, guardar la distancia de seguridad, evitar contacto con otras personas, permanecer en nuestro domicilio (a no ser que tengamos que seguir asistiendo a nuestros puestos de trabajo), etc. Vivimos con miedo y sentir pánico es relativamente sencillo. Y si a esta situación de incertidumbre le añadimos una buena dosis de sobreinformación (de dudosa veracidad en muchas ocasiones) facilita que entremos en un estado de caos mental. Y aquí empiezan los problemas…El miedo difuso puede ser muy peligroso, hace que dejemos la razón a un lado y nos guiemos por el pánico y el egoísmo.
Irracionalidad
La irracionalidad hace que nos volvamos egoístas. Por eso hay estanterías en los supermercados arrasadas, las mascarillas están agotadas, apenas quedan guantes o escasean los geles hidroalcohólicos. ¿Han desaparecido por arte de magia? ¿Es que ha aumentado la población en Lugo en los últimos 15 días? Creo que no. Estamos cansados/a de escuchar (desde fuentes oficiales) que las necesidades básicas estarán cubiertas, que los supermercados seguirán funcionando y ¿qué hacemos nosotros/as? Acaparar productos de higiene y comida de un modo completamente ilógico y avaricioso. Comprando 10 kilos de arroz, 15 litros de lejía, 40 latas de conserva y 120 rollos de papel higiénico por si acaso. ¿Por si acaso qué? Las tiendas siguen abiertas, no nos vamos a quedar sin comida, ni sin bebida, ni sin productos de higiene, ni sin medicamentos. Si no cayéramos en pánico nos comportaríamos de forma racional y no habríamos comprado más productos de los que necesitamos. Que haya personas que en su despensa tengan conservas, leche, congelados y productos de limpieza para 3 meses es lo que hace que en las tiendas escaseen los productos. Y esto es, señores y señoras, egoísmo. Los productos que unos/as se han llevado de sobra, son los mismos que les faltan a otros/as. Si cada uno/a de nosotros/as compramos solamente lo que necesitamos habrá para todos/as, como lo hay y lo hubo en los últimos años.
Ira
El miedo extremo se convierte en pánico, pero esta emoción mal gestionada también se puede convertir en enfado, ira o crispación.
Hay gente muy cabreada con el mundo, con los políticos, con las personas que pasean a sus perros… Están indignados/as por la situación actual, les parece injusta y necesitan responsabilizar a alguien de todos sus males. Por eso aparecen justicieros/as de ventanas insultando o recriminando que sé yo, las redes sociales están repletas de “si hubieran hecho no sé que en vez de no sé cuantos”, etc. ¿Hay gente que hace trampas para saltarse la cuarentena? Sí, pero también hay personas que están acosando y faltando al respeto a trabajadores/as que no les queda más remedio que salir a la calle.
Seamos sensatos/as y no pretendamos ser moralmente superiores a otros/as o estar en posesión de la verdad. Mientras estemos más ocupados/as en buscar culpables, difundir noticias de dudosa fiabilidad, o insultar desde ventanas, pues mal vamos. La culpa de esta situación no la tienen los chinos, ni tus vecinos/as, ni el presidente del gobierno. Es una pandemia mundial.
Comportémonos de una forma civilizada
Pensemos racionalmente y no nos dejemos llevar por el pánico ni por la ira. Hay gente a la que le ha salido el lado más solidario (ojo, la solidaridad no son limosnas) y otras personas enseñan su cara más egoísta. No es que el/la que se ha llevado tropecientos botes de alcohol (del que desinfecta) a su casa sea mala persona, la mayoría de estos comportamientos se deben a una mala gestión del miedo.
Señalar al otro/a no nos ayudará en nada, es mucho mejor que hagamos examen de conciencia, ¿qué hemos hecho nosotros/as mal? ¿Hemos fallado en algo? Es probable que sí. Somos imperfectos/as y los errores están para aprender de ellos. Pero posiblemente también hayamos hecho cosas bien; felicitémonos por ellas y continuemos por este camino.
Mantengamos la calma, quedémonos en casa, dejemos de compartir bulos, de juzgar a si el/la vecino/a sale mucho o poco y de enfadarnos por cada medida nueva del gobierno. Esta situación es dura pero es lo que hay, es mejor que intentemos mantener una buena actitud mientras esperamos a que esto termine que estar malhumorados/as y crispados/as.
Si cada uno/a de nosotros/as intentamos ser respetuosos/as, pacientes y amables, llevaremos mejor esta situación. Tengamos empatía, pongámonos en la piel de las personas que lo están pasando realmente mal: los/as que están luchando contra el covid-19, los familiares de los/as fallecidos/as por este virus y los/as trabajadores/as que están al pie del cañón. ¿Es fastidiado, verdad? Ahora intentemos entender también como se sienten las personas que huyen de las guerras o del hambre, que buena falta nos hace. Seamos solidarios/as y dejemos de señalar y juzgar injustamente a los demás.
Psicóloga Lugo
Janet Díaz